sábado, 14 de enero de 2017

Retropost #1310 (14 de enero de 2007): Antonio Ramos, Los Sátrapas de Occidente




Lectura de una lectura... Leo en Vox Poetica un interesante artículo de Stéphane Michonneau, "Un récit contemporain. À propos d'un roman de témoignage de la répression franquiste". Allí da cuenta de una novela inédita, al parecer titulada Los Sátrapas de Occidente, y supuestamente terminada en Gerona hacia 1957-58 por un represaliado del régimen franquista, Andreu Martí. Parece ser bastante biográfica, siguiendo la vida de este supuesto autor. Supuesto, porque de hecho fue escrita, según dice Michonneau, por un exiliado, Antonio Ramos Martín, en Uruguay y no en España.

Andreu Martí, como el protagonista Losada, fue encarcelado en Tarragona a finales de 1939. Fue sometido a consejo de guerra en 1940, condenado a 30 años de cárcel, aunque luego fue trasladado a un campo de trabajo y liberado condicionalmente. Escaparía a Francia (como mi tío Víctor, en circunstancias parecidas) huyendo de la gigantesca prisión en que se había convertido España.

Es especialmente interesante tanto el análisis que hace la novela de la experiencia del tiempo como el re-análisis que del mismo hace Michonneau. La fenomenología de la derrota, que convierte el destino colectivo en individual, la temporalidad de la cárcel, la paralización del tiempo vivida desde dentro y como emblema de una época. "Un manuscrit tissé de non-événements", dice Michonneau. En algunos aspectos me recuerda a otra cosa que leí hace poco, Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, éste procedente de la última oleada de "recuperación de la memoria histórica". La novela de Martí/Ramos muestra cómo mucha es irrecuperable: así la escena donde un condenado a muerte pide a un confidente suyo que recuerde la historia de su juicio y su condena, y las haga públicas en el futuro; al día siguiente, ejecutan también al confidente. Y la angustia de los recuerdos de un tiempo más abierto, recuerdos que a la vez permiten vivir y matan.

Losada lucha en el frente de Aragón y pasa por campos de concentración en el País Vasco, por torturas e interrogatorios, por discursos inaguantables que transcribe. Se describe el ambiente de solidaridad entre los prisioneros republicanos: un tanto idealizada, pues entre las causas de la derrota nunca se tiene en cuenta la división entre los propios republicanos. Al parecer esa unidad imaginaria era necesaria para resistir emocionalmente a la vida en prisión. Los recuerdos individuales se someten a una reescritura común: los prisioneros se hacen historiadores.

Y, posterioremente, una vez en "libertad", la incomprensión e incredulidad de sus conocidos, negando la represión, aceptando la historia oficial. Lo que lleva (self-begettingly) a la propia escritura de la novela como ejercicio de testimonio. Según Michonneau, Los Sátrapas de Occidente es el primer relato sobre las prisiones franquistas. Con alguna incoherencia temporal, se comparan éstas a los regímenes y campos de concentración nazis y soviéticos, que no serían conocidos verosímilmente por el protagonista, sino por el autor. Quizá incluso se haya inspirado, especula Michonneau, en relatos ya publicados en francés sobre el exterminio nazi. Para el crítico, la novela es menos fiable como testimonio fiel que como ejemplo de la experiencia del recuerdo de la guerra civil a finales de los años 50. En el exilio, pues en España misma existía bastante rechazo. Es un ejercicio de memoria todavía oralizante: la narración estalla en muchos testimonios parciales, historias oídas, relatos individuales. En este sentido es bastante próxima, me parece, a Miserias de la guerra de Baroja (otra novela "surgida del pasado"). Y es una memoria selectiva: Ramos presenta a sus republicanos incorruptibles, negados en redondo a pactar con el vencedor, mientras que fue su "buena conducta" y su búsqueda de beneficios penitenciarios la que permitió su redención, cosa que no queda bien reflejada en la idealizante y maniquea novela.

Esto lleva a Michonneau a preguntarse cómo leer la novela. La lectura actual se sitúa, como señala Michonneau, en la oleada de recuperación de la memoria histórica y de reivindicación de la herencia republicana. El hecho mismo de que salga este manuscrito a la luz se debe al interés renovado por la guerra civil en este nuevo contexto. Y todo esto forma parte del texto, señala Michonneau—que a la vez enfatiza que el tiempo entre 1950 y 2005 no está vacío ni puede ignorarse, pues ha creado las circunstancias actuales en que leemos este libro. (Por otra parte, señalo que ésta es una historia parecida, en cierto modo, a la de otro libro más "que surgió del pasado", Suite Française de Irène Némirovsky, de reciente éxito).

Parece sentirse molesto Michonneau por esta interpelación indecente que llega desde el pasado, un libro sin mediación histórica, que espera al presente como su liberación. El historiador no puede dejarse llevar por ese sentimiento de responsabilidad... un tanto emocional, digamos. El libro pide que el lector sea el justiciero de la historia; el historiador no puede aceptar sin más esa llamada. Parece pedir Michonneau un poquito de critical criticism. La lectura de este libro hoy, nos dice, pasa por Auschwitz y por el lento desarrollo de la respuesta a Auschwitz, aunque el propio Michonneau desconfía de esta inevitable resituación de Los Sátrapas de Occidente. (Y es que este tipo de novelas surgidas del pasado plantean de manera especialmente aguda la problemática del hindsight bias y sus ambivalencias hermenéuticas).

Lugar de encuentro de tres tiempos, pues: el tiempo carcelario para el protagonista, el de la memoria para el autor, y el del surgimiento a la historia para el lector actual. Resulta una experiencia particularmente vívida de un presente que contiene en sí sus pasados, de un pasado que no ha terminado de pasar todavía. Michonneau recomienda la autoconsciencia narrativa (historiographic metafiction, vamos) como la única manera de transmitir la experiencia vivida. Aunque podría decirse que, por avatares históricos, una novela como Los Sátrapas de Occidente, sobre todo mediada por la historia de su escritura y publicación, se convierte de modo espontáneo en una metaficción historiográfica... como la vida misma de metaficcional, vamos, hasta el extremo de seguir espontáneamente la convención del Manuscrito Encontrado.






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