viernes, 27 de enero de 2017

El Muro en Tijuana

Para hacer esta muralla
Tráiganme todas las manos
Los negros sus manos negras
Los blancos sus blancas manos.




No lo ha levantado Trump esta semana. Así estaba el Muro en la playa de Tijuana hace un año.
el muro en tijuana

Éste, si no lo hizo Obama, lo debió de hacer Bush. O Clinton. O Nixon.  En fin, así está la cosa. De aquí, a más. Donde hay frontera, y diferencia, habrá un muro, o ya lo hay, aunque sea invisible. El muro es sólo la materialización literal de una prohibición legal: la de cruzar la frontera sin autorización administrativa. Las alternativas son varias: hacer cumplir la ley (y aquí el muro es un instrumento administrativo más) o dejar que la ley sea letra muerta, y no se aplique (o sea, que no haya ley para quien no quiera cumplirla, y que tonto el que la siga).

Otra alternativa, la comúnmente seguida, es poner obstáculos administrativos más o menos grandes a quien se la salta, y ésta ha sido la opción preferida hasta hoy. Que se anime a saltar la valla el más musculado, o el más caradura, o el más necesitado. Eso da un margen, y un respiradero al factor humano que los muros tienden a dificultar, o a suprimir si pueden. Claro que, mezclado con el factor humano, está el factor mafioso, y de ahí la tendencia a ir a más a la hora de recalcar la frontera—o las estrategias diferentes seguidas por diferentes administraciones, según las circunstancias y las ideologías. Unas veces se hace a bocinazos, como Trump, y otras a la chita callando.

Otra alternativa más, la preferida por la izquierda teórica, pero sólo mientras no gobierna, es suprimir las fronteras—y hoy por hoy no parece que vaya a ser el caso.





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