sábado, 17 de septiembre de 2016

Retropost #1144 (17 de septiembre de 2006): M. Night Shyamalan, La dama del agua



M. Night Shyamalan, LA DAMA DEL AGUA

Publicado en Cine. com. José Ángel García Landa

Qué película más mala, no se os ocurra ir a verla, a menos que disfrutéis con esa variante del cine de terror que son las películas que te hacen sentir vergüenza ajena por lo que rechinan por los cuatro costados y lo mal que combinan sus ingredientes.

Shyamalan se inventa una mitología ad hoc que hace la película arbitraria, y sus pretensiones de moralizar a la humanidad altisonantes desde el primer fotograma. Es una historia de náyades que vienen a ayudar a los humanos y son amenazadas por un perro-hiena monstruoso que a su vez es amenazado por monos monstruosos—en serio. El papel de los humanos es ayudar a las náyades a regresar a su mundo. Y es doloroso ver cómo el engranaje predeterminado para irnos informando de la mitología esa se va desarrollando a trompicones según la fórmula ideada por el autor, mientras los diversos personajes ven aterrizar sobre ellos una serie de roles (la curandera, el protector, el intérprete... etc.) que la historia ha predeterminado para ellos, y asisten con una paciencia infinita a este aterrizaje de mitología oriental en una comunidad de vecinos de Pennsylvania... una paciencia que sin duda sólo es comparable a la de productores y actores de esta película danzando al son disonante de la música de Shyamalan. Es un espectáculo grotesco, para quien quiera vivir emociones aderezadas con un poco de schadenfreude.

Remata la historia la propia presencia del director haciendo un papel como autor de El libro de cocina, (el título probablemente es malo, sí), una colección de pensamientos sobre "nuestros líderes" que cambiará la historia de América tras la muerte futura y violenta de su autor. Todo esto lo sabemos por los poderes proféticos de la náyade, de la que nadie duda jamás ("Ah, eres una náyade. ¿Y cuándo vuelves a tu mundo?", etc.). Quien venga a este blog buscando un display de egolatría, mucha mejor idea es irse a ver La dama del agua.

Es una película del género ése como Bagdad Café donde una comunidad anómica y desintegrada se ve unificada, dinamizada con un propósito y un destino en lo universal por la llegada de un personaje que da sentido a sus vidas, que restaura la comunidad, vamos. En este caso, la comunidad desorganizada es un bloque de vecinos de Pennsylvania, en cuya piscina aparece la joven. La verdad es que los vecinos hasta se conocen, parece, con lo cual la cosa no era tan mala ni mucho menos. Pero el mito de la joven los convierte a cada uno en una figura de juego de rol, cosa que une mucho más. La casa de vecinos puede ser los USA, o el mundo, según se quiera, un microcosmos multirracial donde lo sagrado se desconoce, hasta que lo traen conjuntamente la protectora náyade y Shyamalan el escritor indio, con el Gran Cambio que provocarán sus obras. Hasta los judíos, encarnados en el portero, Cleveland Heep, que acoge a la joven y los va reclutando a todos para esta minisecta improvisada, lograrán superar el doloroso trauma de la exterminación de su familia. (Siempre le van a Shyamalan estos personajes heridos emocionalmente que se superan; aquí se juntan el hambre y las ganas de comer cuando a este portero lo encarna Paul Giamatti, el de Entre copas). Convencidos inexplicablemente por el portero Heep, todos los vecinos se unirán, al parecer, en un redescubrimiento del Sentido, que acabará fructificando en la transformación de los USA por los efectos de la obra visionaria de Shyamalan. Esto sí que es plantear la propia narración como una solución imaginaria a problemas reales, pero a un nivel de arbitrariedad tal que te cuelga la mandíbula.

La historia se desarrolla según previsto, tras una ligera confusión de los personajes al asignarse los papeles en el juego de rol, para distraer al personal. La náyade era una náyade especial, cosa que la abruma pero poco, y por eso está tan perro el perro y deben intervenir los monos sagrados. Uf. Si es que hasta la fantasía necesita un mínimo de prudencia. Pero al final, por suerte, se la lleva al fin a la chica acuática su águila gigante, dejando a todos investidos con el sentido de lo sagrado y del mito cocinado ad hoc. A todos menos a uno: un desagradable vecino, un crítico cinematográfico que expone en unas intervenciones metaficcionales las convenciones argumentales de la película, es devorado por el perro-hiena (aunque creía, contra toda lógica, que un personaje secundario desagradable no podría sufrir ese final, ahí patina por primera vez su lógica). Lamentablemente para Shyamalan, el perrohiena no se ha manifestado para devorar a sus propios críticos, por ejemplo el de Film Journal International, en esta realidad pedestre. Claro que para el Christian Science Monitor  y gentes New Age dispuestos a agarrarse a un clavo ardiendo para creer que nuestra realidad está vigilada por poderes trascendentales, las empanadas mentales de Shyamalan les resultan agradables y sugerentes. Pues nada, nada, a por ellas, todas para ustedes. Mitología barata, entretenimiento barato, filosofía barata, lanzamientos multimillonarios de semejantes productos... ay que tristes auspicios para el futuro de América tras el Gran Cambio.

 



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