lunes, 11 de enero de 2016

Retropost #526 (29 de septiembre de 2005): Letras y Europa (I y II)



En el salón de actos de la biblioteca María Moliner (una de las dos bibliotecas María Moliner que se inauguraron el mismo año en Zaragoza–ay políticos...)–hay hoy un par de debates sobre "¿Ser de letras en el siglo XXI?" - la reforma de las Humanidades y la Convergencia Europea. Por la mañana han intervenido el Decano de Filosofía y Letras y tres profesores de un grupo de Historia, sobre el futuro de las Humanidades en la cultura y la Universidad. Por la tarde está prevista la intervención del director de la Aneca y el del ICE, más centrada en la reforma de los títulos.

En el debate de por la mañana había buenas palabras sobre la necesidad de las Humanidades y de una educación humanizada, y de ser optimistas sobre el futuro de nuestros estudios, pero he echado en falta una mayor atención al contexto preciso en el que estamos ahora. Claro que habiéndose aprobado el grado de Historia del Arte hay, presumiblemente, más tranquilidad entre los inquietos. Pero he visto a los intervinientes desconcertados ante la perspectiva de la Universidad de la Rentabilidad Socioeconómica, de la Universidad de la Formación Profesional, y sin muchos argumentos que oponerle. Y eso que nadie ha hablado a favor de ésta última...

Han echado en falta mayor comunicación entre las disciplinas, incluso con alusiones triviales y cuadriviales a la Edad Media. Ignoramos todos lo que hacen nuestros colegas, somos compartimentos estancos, y no nos comunicamos con la Sociedad. De las palabras del Decano sobre la reforma de la Universidad me ha llamado la atención lo que ha dicho sobre las universidades de calidad (de calidad auténtica, no de calidad estándar como la que se está imponiendo ahora). Citando a Oxford y a Cambridge, ha dicho que seguramente sus autoridades están tomando las medidas necesarias para que la convergencia europea no les obligue a conducir su actividad por un camino por el que no deseen ir. (Y yo que me huelo muy mucho que en Oxford y Cambridge seguirán enseñando Filología Inglesa, hagan lo que hagan en el resto de Europa... Claro que aquí podremos enseñar Filología Española, y además catalana, vasca y gallega. La inglesa se la dejaremos a los de Oxford y Cambridge. Pero, pequeño detalle, ni el vasco, ni el español siquiera, van a ser el idioma mundial en el siglo XXI).

Un estudiante boliviano ha protestado contra las tasas elevadas, denunciándolas como un filtro para privilegiados; se han comparado desfavorablemente con las francesas. Otros estudiantes han comparado la mayor concienciación política de los estudiantes de letras en Francia... y ha habido una pequeña desavenencia entre un representante sindical y los estudiantes organizadores del foro Sí a las Letras, parece que hay allí un debate en torno a si esta movida ha de estar politizada o no. Si se politiza, se pierde público; si no se politiza, se ignora el fondo de la cuestión, que se decide por posturas políticas, me temo.

Otras intervenciones ha habido llamando al optimismo y a la acción concienciada de cada uno en su campo de influencia: "piensa global, actúa local". Beatriz ha hablado sobre la reforma y los criterios de calidad denunciándolos como una estandarización, con una imagen: la comida de la cantina habrá pasado todos los controles de calidad, y la de mi casa no, pero a mí que no me la cambien diciendo que la de calidad es la de la cantina... (Bajo el lenguaje de la calidad, se oculta a veces lo contrario: la calidad mínima, es decir, la estandarización de los productos. Cosa que te puede resultar beneficiosa si partías de un nivel muy bajo, o tienes un pobre autoconcepto. Pasa algo parecido con este lenguaje a lo que sucede cuando en la LOU se nos decía que las Universidades Públicas tendrían un mínimo de un 51% de funcionarios. La gente interpretó, me temo que acertadamente, lo siguiente: "¡cómo, un MAXIMO de un 51% de funcionarios!").

 Otros intervinientes han denunciado que las reformas siempre se hacen bajo el control de los profesores; el Dr. José Luis Corral ha subrayado la importancia de que en estos planes de estudio que se habrán de diseñar se cuente con la participación de los alumnos.

 Yo he intervenido, para hacer notar que un foro de comunicación como éste debería existir de modo permanente en la Facultad, y que no hay nada comparable. Los actos que se organizan no sirven para estimular el intercambio de ideas y la reflexión entre los distintos departamentos. La Universidad en general vive de espaldas a sí misma, y de hecho prefiere no abrir muchas vías de comunicación consigo misma. He puesto más ejemplos: cómo los Departamentos y Centros supuestamente afectados por el recorte de titulaciones no han llevado el tema, sin embargo, al Consejo de Gobierno de la Universidad para intervenir en el proceso. Cómo no funciona el Rincón de Opinión de la Universidad de Zaragoza– no hay mayor interés en que haya expresión e intercambio de opiniones incontroladas de la comunidad universitaria. Cómo la página web de la Facultad de Filosofía es totalmente opaca con respecto a lo que sucede en la Facultad: no hay allí información sobre actividades, ni sobre lo que se debate en las Juntas de Facultad... Si ha de existir un foro de comunicación, no se puede hacer hoy en día dando la espalda a la sociedad de la información. Los únicos que han establecido un sistema electrónico de debate abierto sobre estas cuestiones son los estudiantes de la plataforma Sí a las Letra.s Pues de esto tenemos mucho que aprender, pero yo no veo a las instituciones universitarias interesadas en lograr mayor transparencia y comunicación.

Se me ha echado en cara, entiendo, mi pesimismo y derrotismo, diciendo que era una postura de derechas, y que sólo las personas que comían todos los días podían permitirse el lujo de una actitud derrotista y negativa. Yo desde luego he dicho que sí como todos los días, y que no soy muy optimista está claro, creo. De derechas, pues no sé. Todos los españoles somos de derechas vistos desde el otro lado de la valla de Melilla, eso sí; los universitarios aún más. Segundo capítulo, esta tarde.

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Mesa redonda esta tarde en Filosofía: presenta Carmelo Romero a Javier Paricio (Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad de Zaragoza) y Francisco Marcellán (director de la ANECA).

Carmelo Romero se felicita en la presentación de que no pinten tantos bastos para las Humanidades en este momento como antes del verano, con la restauración de los títulos de grado de Humanidades e Historia del Arte y las mejores perspectivas para (algunas) Filologías. Hace notar la poca consistencia de las políticas del gobierno y la nula explicación de las decisiones hechas y deshechas, así como la importancia que han tenido las movilizaciones, aunque algunos cuestionábamos su capacidad de influencia. Es imprescindible la lucha para defender lo que vemos peligrar.

Javier Paricio se centra en la reforma universitaria prevista desde el punto de vista de la teoría pedagógica: en lugar de clases magistrales y repetición de conocimientos, aprendizaje activo mediante tareas concretas y trabajos dirigidos. Enfatiza que el profesor dará menos clases, pero a cambio trabajará mucho más en la organización del aprendizaje, en otro tipo de docencia. Las clases son un medio, no un fin, un medio que puede tener su lugar en el nuevo sistema pero que perderá centralidad. Yo me pregunto, y le pregunto, si con todo lo que haya de razón en los modelos pedagógicos que expone, no se nos estará vendiendo un modelo de universidad como Formación Profesional, en el que los estudiantes se ven sustituidos por aprendices. ¿Y será eso la Universidad? La Universidad se ha articulado hasta ahora en torno a áreas de conocimiento (en la última reforma, en mi área, Filología Inglesa, se obtenía una titulación en Filología Inglesa). Ahora esto cambia, pero no está clara la manera en que la organización de la Universidad se adaptará a estos cambios. Insiste Javier Paricio, sin embargo, en que el aprendizaje activo no tiene que confundirse con una "formación profesional" entendida de modo estrictamente utilitario; la misma teoría es aplicable a estudios más académicos, o a formación en tareas de investigación. Queda la incógnita, empero, visto el énfasis que pone Javier Paricio en el mucho mayor trabajo que supone esto para profesores y alumnos, y los costes económicos que conlleva, de quién pagará la diferencia, o el pato.

Francisco Marcellán explica los distintos aspectos del desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior. Deslinda lo que son acuerdos entre Estados del papel mucho más limitado de las directrices de la Unión Europea: este espacio involucra a muchos más países además de la Unión Europea, unos cuarenta y cinco, y se extiende geográficamente hasta las repúblicas del Cáucaso. Es importante saber que los títulos los seguirán expidiendo los Estados, y este proceso no entra en cuestiones sobre la especificidad de qué titulaciones deben existir (nótese, observo, que queda así de manifiesto la manipulación obscena que se hizo del proceso de convergencia europea en el Consejo de Coordinación Universitaria, y muy especialmente en la Subcomisión de Humanidades). Explica la lógica de la estructura en tres ciclos, y las razones de eficiencia y calidad que llevan a ello: en España las carreras son demasiado largas y no garantizan la formación adecuada; deberá haber Másters a precios públicos, y los proyectos de investigación de las Universidades habrán de buscar financiación adicional, cosa que ya se hace ahora pero de forma un tanto descontrolada. Hay razones de control económico de los fondos públicos que también llevan a esta convergencia. Por otra parte, está el asunto del negocio de la educación, los miles de universidades privadas que aparecen con escasos controles en el ámbito de influencia norteamericano. El Espacio Europeo es una manera de defender el sistema europeo adaptándolo a un mercado de trabajo globalizado, pero sin abrir las puertas a las franquicias de universidades americanas. De momento al menos. A la larga, se trasluce que nos espera la libre circulación de servicios, incluyendo los negocios de la educación.

Las preguntas del público manifiestan inquietud por la "mercantilización" de la Universidad, y la incógnita de los precios públicos, que en la actualidad parecen excesivos. Sostiene Francisco Marcellán la fuerte subvención que tiene la educación pública para el contribuyente, y la dudosa eficacia de su organización actual. Enfatiza la necesidad de una política de becas (pero no informa de si hay en marcha planes espectaculares para implementar esto). Insiste en que no se puede culpar a los estudiantes, "que no estudian", de la extravagante duración de los estudios en España, con carreras largas que se alargan con años suplementarios... A mí también me queda una duda, y es que con el nuevo sistema ¿se aprobará a todo el mundo por decreto, o con sistemas en los que resulte realmente difícil suspender? ¿Todo el mundo terminará las carreras de tres años en tres años? ¿Y qué hace suponer que esas carreras de tres años, con todos los alumnos al paso y sin fracaso académico por decreto, vayan a proporcionar una formación mejor que las actuales? A mí, francamente, nada me lo hace suponer.

Los másters actuales son negocios privados, sin valor oficial, pero para mis sorpresa dice Francisco Marcellán que seguirán coexistiendo los actuales Másters no oficiales con los oficiales (a precios públicos en el caso de las Universidades Públicas). ¡Todos se llamarán Máster! Le pregunto si eso no es invitar a la confusión y a los equívocos; un profesor responde que competirán libremente, y que la empresa no necesariamente requiere titulaciones oficiales. Está claro que sí vamos al modelo americano. Igual que tenemos a los negros de Melilla intentando saltar la valla, tenemos a los másters americanos saltándose la valla del Espacio Europeo de Educación Superior, me parece, por el otro extremo. Y aunque la comparación sea ofensiva, las dos tienen una raíz común: la economía globalizada...

Dice Francisco Marcellán que la Universidad tiene el reto de participar en la transformación que está sufriendo la educación superior, o quedarse al margen (lo cual realmente no es opción). El problema aún es más espinoso, creo. ¿Puede la Universidad jugar al juego del mercado de la educación, y seguir siendo la Universidad? Quizá nos apoderemos de un pedazo de la tarta educativa, pero ¿valdrá la pena si para eso se macdonaldiza el espacio acotado para el estudio y el pensamiento no inmediatamente utilitario que ha sido tradicionalmente la Universidad? La veo desde las Humanidades, claro, que es de lo que iban estas jornadas, y, como se ha dicho aquí, se ven sometidas a un modelo tecnológico y economicista del aprendizaje y de la medición de la calidad y rentabilidad que les resulta especialmente dañino y desconcertante.




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