martes, 29 de diciembre de 2015

Retropost #487 (7 de septiembre de 2005): Etiqueta editorial


Estoy "coordinando" como dicen muchos españoles o "editando" como dicen los anglófonos y anglófilos, un libro (sobre teoría de la narración), junto con una docena de coautores y otro coeditor ("co-coordinador" ya parece demasiado gallinero, no?)– todos de otras nacionalidades. Este tipo de libros prácticamente no existían hace un siglo, y hoy en cambio son el pan nuestro de cada día en el mundo académico. No es la primera vez que me dedico a estas tareas, precisamente: he co-coordinado (vaya, le voy cogiendo gusto al palabro) dos libros antes, y varios volúmenes de una revista académica.

El hacer esto lleva escribir un número importante de cartas, una tarea mucho más ligera por suerte desde que se generalizó el correo electrónico, aunque ha costado a los académicos darse cuenta de lo práctico que era comunicarse íntegramente por correo (en muchos sitios siguieron pidiendo "manuscritos" - si ya digo que la reacción mental es lenta - o disketes cuando todo se podía hacer ya por correo electrónico. Yo desde luego colgué la revista que editaba en la red, con acceso gratuito, tan pronto como pude utilizarla. Medida justificable, entiendo, al ser una revista universitaria subvencionada íntegramente con fondos públicos - aunque muchos siguen esperando sacarles a estas publicaciones, además, rendimiento económico. Vano empeño - y que trabaja en contra de la difusión del trabajo de los autores, que se supone es la razón de la existencia de la revista.

Con frecuencia se requieren revisiones de los artículos de los autores, y hace falta mucha mano izquierda para no herir susceptibilidades en este terreno. Y, sobre todo si se trata de una publicación colectiva "inter pares", al final hay una entente cordial sobre el punto hasta el que conviene insistir al otro para que añada o cambie tal cosa... también es delicado el tironcillo de orejas que hay que dar a la gente para cumplir plazos, para que recorte o amplíe el artículo si desentona en el conjunto (a mí desde luego me resulta muy irritante que me manden recortar palabras... ). Y, aparte, hay que hallar, con frecuencia en otro idioma, una gradación de tonos comunicativos entre la familiaridad, la cordialidad y la formalidad --personalmente, casi encuentro este aspecto de la etiqueta editorial más difícil de manejar que las cuestiones relativas a los conceptos filológicos, semióticos o lingüísticos que se discuten en los artículos. Y un terreno común con el coeditor - que a veces no opina lo mismo que uno...

Pero claro, lo realmente difícil es cuando se combinan todos los problemas, y tienes que expresar desacuerdo sobre conceptos, y sugerir revisiones, a alguien con quien tienes cierto compromiso por haberle invitado (o rogado) que participe en la publicacion, y el tono adecuado no termina a veces de resultarte convincente ni a ti... uf. Malabarismos, malabarismos.






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