lunes, 17 de junio de 2013

El registro completo de las operaciones mentales

Mendilow (Time and the Novel, p. 114) cita esta especulación de Stendhal:

Supposons qu'un sténographe pût se rendre invisible et se tenir tout un jour à côté de M. Petiet, qu'il écrivît tout ce qu'il dirait, qu'il notât tous ses gestes, il est évident qu'un excellent acteur muni de ce procès-verbal pourrait nous reproduire M. Petiet tel qu'il a été ce jour-là . . . Il y aurait un autre procès-verbal de la même journée bien plus intéressant, ce serait celui que nous donnerait un deu qui aurait tenu un compte parafaitement exact de toutes les opérations de sa tête et de sonâme. C'est-à-dire de ses pensées et de ses désirs dans l'ordre avec lequel ils se sont mutuellement subis ou causés.

(Stendhal, Pensées, Filosofia Nova, 
written 1804, ed. Le Divan, 1931, 
vol. 2, pp. 179-180).

Para Mendilow, esta noción supone una anticipación interesante de los desarrollos de la novela moderna, la corriente de conciencia y el monólogo interior, los cuales describe así:


There are two other ways of preserving the directness of dialogue without sacrificing the advantages attendant on the omniscience of the author. These are the mental soliloquy in its developed form—the interior monologue, and the stream of consciousness. At the verbal level of consciousness they are almost as old as the novel itself, but a new turn was given to them by Meredith in Rhoda Fleming and was developed to its furthest limits by Henry James. The attempt to suggest the workings of the lower strata of the mind was first made in England by Dorothy Richardson, and she was closely followed by Joyce. These two were not satisfied with depicting the ratiocionation of the mind for which a fair degree of verbal equivalence can be found. Rather they aimed at evoking the sub-verbal levels of consciousnesss by breaking up the fixed categories of linguistic forms and so creating the effect of unbroken continuity. Since them, Virginia Woolf, Faulkner and a host of others have taken up these solipsistic techniques. They constitute, as it were, the picture-frame play transferred to a mental plane; we see a mind open to view and watch its inner processes at work. Eugene O'Neill has in fact tried to apply this technique to the drama, where it provides a modern variant of the soliloquy and aside of earlier drama. The basic convention of the omniscient author is not eliminated, but on the contrary is exploited to an evern greater degree. The principle of selection likewise still operates, though it aims at being far less arbitrary. Similarly, the translation of mental processes into verbal forms still obtains, though the language is so unusual.
     One explanation of the vividness that this technique is capable of achieving lies in the effect of presentness produced by the fact that such wirting is in the present tense; it gains thereby in immediacy what it loses for most readers by its use of private and esoteric forms of expression, associations and symbols which hinder easy identification with the protagonist. (Time and the Novel 112-13).


Sobre Joyce como observador de la mente, puede verse este ensayo de John Horgan, "A Bloomsday Appreciation of Ulysses by James Joyce, Greatest Mind Scientist Ever."

"Joyce was not a theorist of mind but he was an exceptional observer of it, far more so than any scientist. He helped us become more aware of our awareness."

 
Mendilow, al contrario que Stendhal, no cree en la posibilidad de un registro completo de los procesos mentales o emocionales. Escribiendo en 1952, después de Hartmann y después de Freud, ya sabe que la consciencia es sólo la punta del iceberg de los procesos inconscientes de la mente. Los novelistas imitan con su transcripción verbal no el conjunto de los procesos mentales, sino sólo de los procesos de atención consciente—la atención es enormemente potenciada por el lenguaje—y en menor medida los elementos preconscientes o subliminales,

Aquí hay una charla de Daniel Dennett sobre la consciencia, en la que propone lo que llama su "teoría de la consciencia como fama":

 



 

 (Vaya, cambio el vídeo desaparecido por otro posterior en el que menciona su teoría)...

Quizá se podría llamar más adecuadamente la teoría de la consciencia como retrospección reflexiva. La cuestión es que la consciencia reflexiva de algo, así podríamos traducir awareness en el sentido más fuerte, cuando no es mera percepción consciente, sino atención a esa reflexión consciente—esa consciencia reflexiva, dice Dennett, es algo que se crea mediante una retroalimentación o lazo retroactivo. El tiempo consciente es de esta manera totalmente diferente del tiempo de la percepción subliminal, y lleva siempre un ligero desfase.

El fenómeno consciente por tanto se crea en una especie de tiempo gobernado por el círculo hermenéutico, y se genera como fenómeno antes de llegar a ser consciente; sólo por esa retroalimentación y permanencia, lo que Dennett llama la "fama" de la consciencia, llega a ocupar un lugar prominente en la atención, o más bien a generar esa atención consciente como tal. Una analogía que usa Dennett es la de la especiación. Hay también una relación algo paradójica entre especiación y retrospección—es un tema del que yo he escrito alguna cosa, por ejemplo en este artículo sobre el evolucionismo de Darwin y de Gustavo Bueno—con razonamientos algo parecidos a los de Dennett. En fin, que el momento de especiación se genera retroactivamente, como toda una serie de fenómenos históricos e interpretativos que siguen esta curiosa temporalidad gobernada por la retrospección. Ver más sobre esta retroactividad aquí ("En el retrovisor").

Otra de las cosas interesantes que dice Dennett es que no hay una frontera clara entre lo consciente y lo preconsciente o inconsciente. La consciencia es un fenómeno emergente, que vivimos "en primera persona", de modo particular en la experiencia subjetiva de las diversas modalidades de atención. Pero al descomponerla, lo que encontramos no es, precisamente, consciencia, sino sólo las señales que, organizadas del modo esencialmente narrativo y retrospectivo que describe Dennett, dan lugar a la experiencia consciente.

Por eso es por lo que los novelistas no pueden representar la consciencia como tal, sino sólo una especie de simulación o ficcionalización de la misma. Ya comenzando por el hecho mismo de que en la narrativa psicológica, la percepción se verbaliza—en el cine puede darse una aproximación más cercana, con una mezcla de imágenes visuales perceptuales y memorísticas, y pensamiento verbalizado o parcialmente verbalizado. Aunque es un experimento más bien infrecuente, a no ser en pasajes breves de sueños o de inmersión momentánea en la mente de un personaje.

Sea como sea, tanto el cine como la ficción son, como dice Horgan del Ulises de Joyce, un ejercicio de atención reflexiva sobre la consciencia, que la convierte en una especie de hiperconciencia. Al igual que el lenguaje estructura el pensamiento y potencia la atención, la representación experimental de los procesos de consciencia es de por sí una experiencia única para la consciencia. La novela psicológica, o el cine psicológico, abren los ojos a la atención sobre nuestra experiencia de vivir como una consciencia en flujo y una atención variable que pasa como un proyector luminoso de un aspecto a otro del paisaje barroco interior, y del exterior, resaltándolos y llevándonos al siguiente momento de ese tiempo interior construido casi como un telefilm producido, dirigido y emitido en directo.



 
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