sábado, 16 de julio de 2011

Prospección, retrospección, retroproyección, retroalimentación

Un interesante artículo en Wired: "Harnessing the Power of Feedback Loops". Sobre cómo la información recibida sobre nuestras propias acciones puede utilizarse para controlar las asociaciones mentales, y el comportamiento.

Deberes por hacer, si son factibles: explorar el terreno común, interfaz o interacción entre los conceptos de retroalimentación informática—el cibernético de Norbert Wiener, digo— y de retrospección narrativa. Después de todo, según nos decía Terrence Deacon, tanto la elaboración prospectiva de planes futuros como la evaluación retrospectiva de la acción—tan ligada a la narración—son características propias del pensamiento humano al menos en sus formas elaboradas. Cuando decíamos que el hombre es el único animal que cuenta historias, no andábamos tan desencaminados intentando centrar la singu
laridad humana, aunque singularidades hay muchas.

Y otro ingrediente retroalimentativo más que añadir: la consciencia. Me refiero a mi noción de la consciencia como retroproyección de un concepto o imagen, o, como diría Herbert Blumer, la conciencia como autocomunicación, como señal que nos enviamos a nosotros mismos (si se prefiere, ya que somos complejos, señal enviada desde una parte de nosotros mismos, uno de esos circuitos cerebrales, a otra parte de nosotros mismos. O si se prefiere todavía, ya que somos más complejos todavía, la consciencia entendida como la circulación retroalimentativa compleja entre distintos sistemas y circuitos cerebrales—así como entre distintas modalidades de representación en el cerebro, y estoy abusando de la cursiva. Por ejemplo, la escritura incrementa la consciencia aunque sólo sea por el mero hecho de que conlleva asociar una señal visual con una señal auditiva—y lleva a uno de esos feedback loops a los que se refiere el artículo de Wired, sólo que en este caso es uno interno al cerebro. Nos hacemos más conscientes no sólo con la retroalimentación de señales externas, sino con las señales que nos emitimos a nosotros mismos, si son de naturaleza distribuida pero fácilmente asociada—la escritura es realmente un buen ejemplo. Las asociaciones difíciles hay que traerlas a la consciencia, con un esfuerzo de concentración, no vienen solas, pero el resultado es efectivamente la creación de un efecto de consciencia, o de asociación.  Ahora se me vienen a la cabeza otras asociaciones de ideas, como los conceits de John Donne, el ingenio auténtico tal como lo define Samuel Johnson, y —cómo no, cómo no— las redes de integración y fusión conceptual de Fauconnier y Turner. Pero mejor voy a dejar la explicitación de estas conexiones como sugerencia de trabajo para el curioso lector.

En suma, la narración es (en una de sus muchas dimensiones) un instrumento de autorrepresentación y asociación de elementos—para traer a la consciencia aquellas de sus conexiones que nos interesa resaltar. Es una máquina de consciencia, para dominar el pasado. Lo mismo que los planes y proyectos orientan la acción y nos permiten organizar el futuro, en la medida en que éste se deja organizar. Siempre es mejor un futuro interpretado mediante un plan, en el que la intervención de nuestra acción es evaluada de modo retroalimentativo, que ninguna representación del futuro, o un futuro no planificado. Aunque bien es sabido que, of mice and men, nuestras capacidades de control, prospección y autoconciencia son limitadas. Como decía aquel gurú, predecir es difícil, especialmente el futuro. Porque el presente tampoco será el que creemos que es, y el pasado tampoco se queda quieto donde estaba—pero el futuro cambia a velocidad pasmosa.


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Más sobre retroalimentación (y sobre alimentación también) en el libro de Eudald Carbonell que ahora me termino, El nacimiento de una nueva conciencia. Carbonell habla de una progresiva humanización que (paradójicamente quizá) supondrá en última instancia una transición a la deshumanización—a lo posthumano, que dicen otros—si conseguimos superar nuestra naturaleza primate desbordada hoy por la tecnología, y utilizar racionalmente los recursos del planeta.

La retroalimentación viene para Carbonell entre la sociedad humana y las innovaciones tecnológicas—definiendo la tecnología como otro rasgo exclusivo del homo sapiens: una conciencia técnica que va más allá de la mera técnica:


"La ciencia y la técnica nos diferencian cada vez más de nuestro entorno y de las formas orgánicas que nos rodean; esto genera una nueva capacidad de estimulación que se basa en la socialización de la ciencia y la técnica.
    Esta estrategia puede llevarnos a la última resocialización, aquella que ha de hacer emerger la conciencia de especie desde una perspectiva crítica. Nuestra singularidad, pues, se basa en la retroalimentación entre aquello que es social como forma organizativa y las adquisiciones técnicas como mecanismo productivo y susceptible de proporcionar energía a las comunidades así organizadas, sólo las humanas" (177).

Una característica de los fenómenos de interacción compleja, incluidos estos fenómenos de retroalimentación entre la técnica y la sociedad, es la aparición de nuevos fenómenos emergentes, que añaden un nuevo nivel de complejidad a la realidad humana. Sobre todo porque lo emergido interactúa también con la realidad de la cual ha emergido, en una relación dialéctica de complejidad creciente.

Por no perder el hilo narrativo, señalaré que lo que nos permite conceptualizar este complejo de fenómenos evolutivos y emergentes es la narración—una narración como la que viene a subyacer, por ejemplo en el título o el argumento principal del libro de Carbonell, para interpretar y resaltar los fenómenos, y guiar así la percepción y la acción.

 
 
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