martes, 22 de marzo de 2011

Homenaje a Don Ángel

Hoy hay una jornada de recuerdo y homenaje a mi padre organizada por el Ayuntamiento y la escuela de Biescas.



Aquí sale mi padre hacia 1970, con una de las numerosas promociones de chavales de la escuela de Biescas que pasaron por sus clases, entre los años cincuenta y los noventa. Creo que yo soy (era) uno de los de la fila de delante.

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El la web de Biescas (del 22 de marzo) aparece la noticia de la jornada; también en Europa Press y en el Diario del Alto Aragón lo anunciaron.

En esta noticia de Europa Press aparece él en una foto en lo suyo—enseñándonos a esquiar. Y hoy salía esta noticia en el
Heraldo de Huesca:





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Pues en Biescas estuvimos, y fue un acto muy sentido y conmovedor. Estaba el salón de actos lleno a rebosar, con gente de Biescas y de otros pueblos, pues por la escuela de mi padre pasaron la mayoría de los habitantes del Valle de Tena. Le dieron a mi madre una placa de recuerdo a mi padre como maestro y un ramo de flores que le llevó mi ahijadica Lucía. Y hubo aplausos y un vino al final, donde puede hablar con viejos amigos que veo raramente, y también con gente que no conocía yo pero que sí que conocían a mi padre, y todos lo recordaban con cariño y admiración. Hacía poco que había sido el pregonero de las fiestas de Biescas.

Sus antiguos compañeros de la escuela habían hecho un video entrevistando a gente del pueblo y del valle, donde recordaban cómo era mi padre, su carácter especial, altruista y dedicado, su vocación de enseñar y ayudar y conciliar conflictos donde los hubiese, la manera en que se salía de su camino para solucionar los problemas que él veía, y cómo conseguía aunar las voluntades de la gente para hacer pueblo entre todos y para buscar soluciones donde cada cual aportase algo... Y hubo momentos de llorar recordándolo y viendo el aprecio que todos le tenían—a poca gente se nos recordará así, desde luego... Y también hubo risas con las salidas que tenía la gente, sus antiguos alumnos rebeldes que ahora lo recordaban con agradecimiento—uno que acabó de socorrista, y le decía mi padre: "Ves cómo  por fin acabaste ayudando a los demás en lugar de fastidiar", y se reía. Sus viejos colegas del pueblo recordaban su empeño en sacar adelante proyectos que mejorasen el pueblo: que si la piscina, que si el centro de mayores, y su manera de convencerles para que colaborasen para evitar conflictos, cuando fue juez de paz. Y su vida en el pueblo día a día, hablando con todos, interesándose por sus problemas, buscando ayudar, siempre dando ejemplo, que es como él entendió su profesión y su vida. 

El vídeo, en menos de media hora, dio para mucho: risas, lloros y recuerdos agradables. Fernando Gracia, el director, y uno de los autores, hizo además de maestro de ceremonias con sencillez y soltura; comenzó recitándonos el abecedario (que tanta ocupación le dio a mi padre, por cierto, con sus métodos para enseñar a leer), y a cada letra le atribuyó una cualidad que tenía mi padre: todas buenas, y a veces muchas salían en cada letra. Lo bueno es que además de ser ingenioso y divertido, era todo verdad. Nos puso muy alto el listón, mi padre—pero Fernando y sus amigos han sabido demostrar que no era tan incomprendido como parecía a veces, sino que mucha gente le apreciaba, ayudaba y apoyaba. Y que de bien nacidos es ser agradecidos. Fue quizá uno de los momentos más conmovedores, y que mejor retrataron a papá, cuando sus colegas en la escuela, los demás maestros, dijeron que habían tenido en él no sólo a un excelente compañero y amigo, sino también a un maestro también para ellos.

La jornada había empezado en las pistas de esquí, a donde habían subido los chavales de la escuela con sus maestros para pasar un día de juegos en la nieve, de concursos y de esquí. Subió con ellos mi tío Agustín (que por cierto abría y cerraba las entrevistas del vídeo) y me contó lo bien que lo habían pasado allí los chavales y lo bien que esquiaba esta generación. Mi padre y él empezaron a esquiar subiendo a los montes andando, y aserrando un árbol para hacerse los esquís, eran otros tiempos desde luego.  

Todos recuerdan a mi padre, además de como una persona muy sociable y atenta a los demás, como alguien que también se encontraba a sí mismo y feliz subiendo solo a un monte, o yéndose a esquiar. En recuerdo de lo que hizo por promocionar este deporte, cantaron al final los niños la canción de los esquiadores de Panticosa, que yo aún recordaba perfectamente, de cuando estuve en la Operación Aguilucho hace... pues eso, cuarenta años. Lo recordamos como un momento feliz más de la vida de mi padre, que fue una vida feliz y ejemplar.

Cuando amanece, y huyen las estrellas
Y en Panticosa empieza a clarear
La vista al frente, al hombro los esquíes
A Selva Verde nos vamos a esquiar
Vámonos ya, que el día nace
Y el blanco manto solo está
Y si no vamos a poblarlo, muy solitario quedará
Y si no vamos a poblarlo, muy solitario quedará


Desde Petrosos cantamos tu grandeza
Valle de Tena tendido a nuestros pies
Y la gran mole de Peña Telera
Su blanco manto nos brinda por doquier
Y al descender por la pendiente
Ligeros vuelan los esquís
Y mientras bajo voy pensando que en Panticosa soy feliz
Y mientras bajo voy pensando que en Panticosa soy feliz


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