lunes, 15 de marzo de 2010

D'autres vies que la mienne


Me ha gustado bastante este libro de Emmanuel Carrère, D'autres vies que la mienne, "Vidas que no son la mía" (2009)—sobre el duelo, el luto y la pérdida descritos con precisión aunque vistos desde fuera—pues cuenta, igual que otros libros anteriores del autor, experiencias reales de conocidos suyos, conjuntando aquí la mayor comprensión y respeto hacia los sentimientos, con el detalle basado en entrevistas personales y observaciones suyas—agarrándose a la realidad un poco machaconamente, como si fuese un escritor que no puede inventar y tiene que escribir sobre lo que le pasa porque es más urgente, más "tema", la realidad de las emociones de la gente que conoce, y el juego entre el punto de vista de él sobre ellos y el de ellos sobre sí mismos. También se entremezcla a estas historias de pérdidas y dolor la historia de cómo él mismo alcanza la felicidad y la estabilidad emocional:

"Cada día desde hace seis meses, voluntariamente, he pasado algunas horas ante el ordenador escribiendo sobre lo que más miedo me da en el mundo: la muerte de un hijo para sus padres, y la de una mujer joven para sus hijas y su marido. La vida me hizo testigo de estas dos desgracias, una tras otra, y me encargó, o al menos así lo entendí yo, que las relatase. A mi me las ha ahorrado; rezo porque continúe haciéndolo. He oído decir algunas veces que la felicidad se apreciaba retrospectivamente. Uno piensa: no me daba cuenta, pero entonces era feliz. En mi caso no es así. Mucho tiempo fui desdichado, y muy consciente de serlo; hoy me gusta lo que me ha deparado la vida, no tengo mucho mérito en eso de tan amable que es, y mi filosofía entera cabe en la frase que según se dice murmuró, la noche de la coronación, Madame Letizia, la madre de Napoleón: 'Ójala que dure'.
Ah, y, además: prefiero lo que me asemeja y aproxima a otros hombres antes que lo que me distingue de ellos. Eso también es nuevo." (308)

Un aspecto interesante del libro es cómo exhibe (o no oculta) sus mimbres, la relación un tanto precaria del escritor con su material, sus dudas ante el tratamiento, la manera en que lo sacó adelante a base de entrevistas, y las reacciones de los propios personajes ante la lectura del manuscrito—y la del autor ante la reacción de sus personajes. Esta metatextualidad es característica del estilo de Carrère (ver este artículo de Frank Wagner sobre L'Adversaire). Da un poco la sensación de un escritor que se fuerza a ver tema donde no lo había en principio, y luego resulta que lo hay. El tema siempre está delante, al parecer, aunque no promete lo que hay delante, o no lo hemos visto ahí—es también una historia de amistad entre un juez cojo y una jueza coja—y qué más se puede pedir a un novelista en busca de tema, que lo saque de la nada como un prestidigitador sin trucos.

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